miércoles, 26 de octubre de 2011

fruto y FRUTOS

¿Cuántos desean ser más productivos y más fructíferos en la vida?

Cuando uno es productivo, se siente más motivado que cuando no lo es. El fruto que das, aunque no comas tú de él como tal, lo estás dando para alguien más.

Marcos 11:12-13
Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez había en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos.
No era tiempo de higos ni tiempo de hojas. La gente que tiene un montón de hojas, pero no tiene nada de fruto es un problema. Esas higueras a Jesús no le agradan. Si vamos a dar hojas, tenemos que dar fruto.

La higuera mide de 4 a 7 metros de altura, tiene hojas poco duraderas, ramas torcidas y encorvadas. La escogen por dos cosas: por su sombra y por su fruto. En otras palabras, se escoge por su servicio. Tenemos que aprender que la belleza no es el fruto que da esa persona, sino que tiene que ser algo que se pueda comer. Hay un proverbio que dice: “La mujer hermosa y sin razón es como un cerdo con un anillo en la nariz”. La verdad, hay mujeres que son hermosas, parecen modelos, pero cuando busca la razón, se nota que tiene un anillo en la nariz.

La razón es la que en parte vivimos en una casa, en una iglesia, y con eso es con lo que tenemos que aprender a vivir, porque toda la belleza se termina.

Marcos 11:14, 20-21
La higuera ahora está seca, no va a tener higos desde la raíz. Todo el mundo piensa que la maldición fue que se había secado, pero esa fue la consecuencia.  La gente piensa que cuando quiebra un negocio fue una maldición, pero la quiebra sólo fue una consecuencia.  La maldición fue lo que Jesús le dijo a la higuera, ésta escucha, aun los mares lo escucharon. Pero cuando Jesús le dijo: “Jamás nunca nadie coma de ti”, esa fue la maldición y ahí fue donde se secó.  La maldición es no tener a quién servir, pero mientras los mismos hijos de Dios no distingan qué es una maldición y una bendición, no podrán dar fruto.
El único que hacía alarde de conocer a Dios fue el que no produjo y fue el que mandaron a las tinieblas. Tenemos que ser más personas de frutos y no de palabras. Los otros no tenían alarde de conocimiento ni hablan en lenguas, pero actuaban.

Que nunca nadie te vuelva a sacar el jugo, que nunca nadie consuma de tu tiempo, que nunca nadie te pida ayuda, que nunca nadie te llame a media noche, eso es una maldición: no tener nada que aportar.

Esa gente que se vive quejando que sólo a ellos los llaman, no comprenden que eso es una bendición y no una maldición.

Cuando menos sientes, las personas crecen y dan fruto. Y damos gracias a Dios porque ha escuchado esa Palabra y ha dado fruto.

Cuando estás dando fruto, paz, amor, benignidad, lo estás haciendo para alguien más. Cuando se habla de fructificad es para alguien más. Lo acepte  o no, Dios me ha dado la vida para alguien más, debo vivir para alguien más y dar fruto para alguien más.
La higuera la maldijo Jesús, no con decirle “sécate”. Sino porque ya no daba fruto, se secó por tristeza, por ser útil.

La maldición no consiste en que te seques, sino en nadie más coma de ti.
Entre más dispuesto estés, duele menos cuando te dicen “quédate”. Pero si no quieres, te pones tan mal y hasta tenso, porque no querías quedarte.

Juan 15:1-2
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto lo limpiará, para que lleve más fruto.

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