miércoles, 26 de octubre de 2011

no por envidia

En la Biblia encontramos un parábola muy parecida a la del amo que reparte talentos a tres siervos y vuelve tiempo después a pedir cuentas. Aunque en este caso, el hombre es un noble que sale de viaje porque recibirá un reino y le reparte el dinero a diez personas. Cuando vuelve y pide cuentas, dos de sus siervos le entregan el doble de lo que recibieron, pero un siervo necio le devuelve lo mismo que recibió. Al seguir leyendo vemos que el noble manda a quitarle la mina a quien no produjo para dársela a quien más tenía, además, manda a decapitar a sus enemigos1. Es importante revisar la actitud de quienes estaban presentes y que no protestaron sino hasta el momento cuando el amo mandó a que le dieran la mina a quien más tenía. Es realmente dramático ver que nadie protestó porque iban a decapitar a algunos, tampoco hubo protestas porque le quitarían la mina al que no produjo, las protestas fueron al ver que ¡alguien sería beneficiado!

Generalmente nadie protesta porque a alguien le vaya mal, sino que les molesta que a alguien le vaya mejor y eso se llama envidia. Si alguien saca buenas notas es “nerdo” y si otro le lleva una manzana a la maestra, es “culebra”. Tenemos la mala costumbre de sentir envidia y juzgar como no queremos que nos juzguen, pero recuerda que nunca llegarás a ser lo que envidias, ya que solamente puedes llegar a ser lo que admiras. El resentimiento es inútil porque impide que aproveches la oportunidad que tienes y además, provoca que ¡envidies a quienes sí la aprovecharon!

La envidia tiene un poder negativo y terrible. Podemos verlo de nuevo en la parábola del amo que pagó lo mismo a quienes trabajaron la jornada completa y a quienes trabajaron solo una hora, ya que hubo protestas porque aquellos que trabajaron todo el día, sintieron que era injusto, pero el amo les recordó que les estaba pagando lo acordado y el resto era algo que no les incumbía2. Este pasaje nos demuestra que es posible sentir envidia por aquellos que han logrado algo y también, por quienes son beneficiados por alguien. Si una familia ha trabajado duro y tiene posibilidades de darle un carrito a su hijo que empieza la universidad, tenemos la opción de pedirle jalón o envidiarlo, hablando mal de él. Una buena forma de combatir un corazón que tiende a la envidia y mantenerlo sano es alabar las cosas buenas que los demás tienen y aplaudir a quienes van delante de nosotros o han alcanzado el éxito.

La Escritura cuenta varios casos de envidia. Por ejemplo Caín quien mató a Abel porque Dios lo vio con agrado3. La envidia es una fuerza capaz de movernos hacia lo negativo, tanto así que movió a once patriarcas a ¡vender a su propio hermano como esclavo! Aunque José fue a parar a Egipto, donde finalmente prosperó porque Dios estaba con él4. Debes hacer las cosas con excelencia porque Dios está contigo y se encargará de que la envidia disminuya para que puedas lidiar con ella.

El apóstol Pablo dio en el blanco al descubrir que la motivación del corazón es lo que realmente importa5. ¿Qué te moverá a sacar buenas notas? ¿El deseo por superarte y agradecer a tus padres su esfuerzo o hacer sentir de menos a tus compañeros? Las mismas acciones en dos seres humanos pueden tener distintas motivaciones y lo mejor es hacer todo con la motivación correcta, por amor al Señor y a quienes te rodean. El corazón de un hijo de Dios debe ser puro, honesto y correcto. Pídele al Señor que te ayude a hacer las cosas por amor, no por envidia.

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