miércoles, 16 de noviembre de 2011

MENTALIDAD DE UN REINADO

MENTALIDAD DE REINO

1. Para entrar en el Reino de Dios hay que cambiar de mentalidad.
A través de una de sus más bellas parábolas Jesús dio a entender que su gesto de acogida incondicional no era otra cosa que un reflejo de lo que Dios mismo hacia con cada pecador que se dejara abrazar por su misericordia. La historia narrada trataba de un hijo que había dilapidado la herencia de su padre en una vida libertina. Al quedarse sin nada y teniendo hambre había decidido regresar a su casa paterna en calidad de simple trabajador: Estando el todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echo a su cuello y le beso efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, peque contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15:20-24).
El hijo perdido de la parábola se encontró a sí mismo cuando a partir de su miseria encontró en su propio interior la bondad del Padre (Lc 15,11-32). Sólo el calor de la casa del Padre, sólo el poder de su amor que anida en el corazón del hombre, nos puede dar coraje para enfrentarnos con nuestra vida, de manera que cambiemos de forma de pensar y de actuar.
La conducta del padre había hecho posible no solo el regreso del hijo, sino también, y sobre todo, su arrepentimiento. Antes el hijo no había sido capaz de ver en su padre más que a una persona extraña. Pero al recibir ampliamente el perdón y ser readmitido en la familia, entonces comenzó a experimentar la cercanía de su padre.
Mentalidad del Padre. ( Lucas 15)
Mentalidad del hermano. Mayor.
Mentalidad de prodigo

2. La violencia del Reino.
Para participar, pues, en el Reinado de Dios, hay que hacer un gran esfuerzo personal; hay que hacerse violencia (Mt 11,12). "Forcejeen para abrirse paso por la puerta estrecha" (Lc 13,24). Esta es tarea difícil, pero posible, ya que nunca estaremos solos en este esfuerzo personal: El Espíritu de Jesús está siempre fortaleciendo nuestra debilidad (Rm 8,26). Pero a nadie se le perdona el esfuerzo de vencerse a sí mismo y llevar su cruz para poder seguir a Jesús. El que no lo haga no es digno de él (Mt 10,38).

La exigencia de conversión hecha por Jesús es sumamente dura y exigente: "Si no cambian, todos ustedes perecerán" (Lc 13,5). El desastre se aproxima y ésta es la última hora para convertirse (Mt 24,37-44). El hacha está colocada en la raíz del árbol y si no da fruto, será cortado (Lc 13,9). Si no hay conversión, el dueño de la casa cerrará la puerta, y los atrasados habrán de oír estas palabras: "No sé quiénes son ustedes" (Lc 13,25); ya es tarde para abrirles la puerta del Reino (Mt 25,11).

3. El convite del Reino es para todos.
La mayoría, sin embargo, se encuentra atareada de tal forma en sus quehaceres, que rechaza la invitación de Jesús para la fiesta (Lc 14,16-24). El que se decide por la novedad de Jesús sólo debe mirar hacia adelante; el pasado quedó atrás (Lc 9,62). La opción por seguir a Jesús no puede quedar a medio camino (Lc 14,28-32). La decisión es muy seria. Decir que "sí" de boca es cosa fácil; lo importante es realizar la voluntad del Padre (Lc 6,46). Caso contrario, la última situación del hombre es peor que la primera (Mt 12,43-45).

La conversión misma es como el traje de una novia, como la cabeza perfumada (Mt 6,17), como la música y la danza (Lc 15,25), como la alegría del hijo que regresa a la casa paterna (Lc 15,32).

4. Renovación la parte frontal de la mente  (Rom 12:2)

Para entrar en el Reino hay que aprender a pensar y a actuar según Dios. Hay que convertirse a un nuevo modo de ser ante Dios y ante la novedad anunciada por Jesús. Y ello no se hace sin dolor: hay que aprender a cargar esta cruz. Hay que superar crisis muy reales para poder decidirse por el nuevo orden de cosas que trae Jesús y que ya comienza a estar dentro de nosotros mismos (Lc 17,21). Hay que estar dispuestos a perderlo todo con tal de adquirir esta piedra preciosa (Mt 13,45-46). El Reinado de Dios está antes que la propia familia (Mt 10,37). Es más importante que nuestros ojos, nuestras manos (Mc 9,43), y que nuestra propia vida (Lc 17,33).

5. Renovación de la parte detrás de la mente  (Efesios 4:23)
Para que podamos creer en la Buena Noticia del Reinado de Dios, Jesús llama a conversión, o sea, a cambiar el modo de pensar y de actuar (Mc 1,15), pues según el modo de pensar del mundo es imposible entender, ni menos aún vivir, el Reinado de Dios. Es necesario un cambio profundo del corazón para poder conocer y encontrar al Dios verdadero, el Dios de Jesús. Convertirse es, pues, volverse al verdadero Dios.





               




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